Los nuevos hábitos de consumo exigen empresas responsables con el medio ambiente.
La RSC o Responsabilidad Social Corporativa es la correcta gestión de los impactos que derivan de la actividad de una empresa o corporación, en los ámbitos sociales, culturales, ambientales y locales. En ese ámbito, el término sostenible hace referencia a productos o servicios que se llevan a cabo siendo conscientes de los recursos limitados del planeta y de la fragilidad del equilibrio climático.
Desde que la preocupación por el cambio climático logró calar en la sociedad hace ya más de una década, para una empresa el ser ecológico y sostenible está siendo un factor de diferenciación clave para desmarcarse de su competencia. A las empresas que empezaron siendo pioneras en incluir el medio ambiente en sus políticas de RSC, más adelante las siguieron muchas más. Y así hasta que hoy en día es difícil entrar en la web de cualquier gran empresa y no ver un apartado de «sostenibilidad» en el cual mencionan su compromiso con la sociedad, el planeta y el medio ambiente. Pero, ¿hasta qué punto debemos los ciudadanos asumir esas afirmaciones como ciertas sin hechos que lo demuestren?
Ecologismo de fachada: greenwashing
A los consumidores ya no les sirve sólo con escuchar lo que ya casi todas las empresas anuncian, como poner un logo verde y con muchas hojas, que el nombre de sus productos empiece por «eco» o simplemente decir que están comprometidos con el planeta. De hecho esto actualmente es tan común que ya tiene nombre propio: greenwashing en inglés o «ecoblanqueamiento» por ser un lavado de cara sin suponer un cambio real.
La sociedad reclama acciones reales de inmediato, hasta el punto de decantarse por un producto u otro según sea o no ecológico. Es más, muchas personas están dispuestas incluso a pagar más por esos productos. La empresa del futuro será sostenible o no será. Y esto pasa por practicar marketing sostenible.
¿Y cuáles son esas políticas y acciones que pueden tomar las empresas para realmente comprometerse con el planeta? Existen muchas, siempre dependiendo del sector y de las capacidades y tecnologías a las que puede acceder la empresa. Cambiarse a un proveedor de energía renovable, invertir en la eficiencia energética de sus oficinas, eliminar los plásticos de sus envases, y reducir o compensar la huella de carbono de sus procesos son algunos ejemplos de cómo puede una organización tomar medidas realmente útiles.
La absorción de carbono a través de la plantación masiva de árboles: parte de la solución al cambio climático.
La compensación de huella de carbono mediante la reforestación es un formato muy utilizado a la hora de anular las emisiones que no se han podido reducir. Las ventajas que ofrece son diversas. Además de ser una solución natural, eficiente y económica, lo mejor de plantar árboles es que no sólo contribuye a absorber CO2, sino que también ayuda a restaurar ecosistemas, a frenar la erosión y la desertificación, a cobijar a la fauna autóctona, etc. Incluso puede acabar formando un bosque biodiverso que, gestionado de forma sostenible, puede acabar creando recursos naturales para las comunidades tales como madera, leña, frutos silvestres o setas.
Estudios recientes de prestigiosas revistas, como el publicado en 2019 en la revista Science afirman que la reforestación a gran escala puede revertir los efectos del cambio climático absorbiendo hasta un 25% de la cantidad actual de CO2 atmosférico. Esto confirma el potencial de los bosques para la acción climática. Eso sí, siempre que reduzcamos de forma global y cuanto antes las emisiones actuales de gases de efecto invernadero.
Muy interesante!
Es muy importante que seamos los clientes quienes critiquemos ese «greenwashing» y no caigamos en ese juego de seguir mirando para el lado. Las empresas, si no ven una disminución de sus ingresos, no les interesará invertir en estas estrategias de sostenibilidad. Es la población la que debe castigar dejando de consumir o buscando estas opciones más ecológicas. El cambio debe ser de todos, o no será.
Muy interesante!
Es muy importante que seamos los clientes quienes critiquemos ese «greenwashing» y no caigamos en ese juego de seguir mirando para el lado. Las empresas, si no ven una disminución de sus ingresos, no les interesará invertir en estas estrategias de sostenibilidad. Es la población la que debe castigar dejando de consumir o buscando estas opciones más ecológicas. El cambio debe ser de todos, o no será.